domingo, 29 de enero de 2012

Canción de Alicia en el país…

Alicia Partnoy empezó a militar para difundir todas las atrocidades que ocurrían en la dictadura militar y porque no quería vivir en un país sin libertad. Ese ideal le costó su secuestro y no saber de su hija durante largo tiempo. Valientemente, Alicia brindó testimonio en el juicio contra 17 represores en Bahía Blanca.

Durante 1977 Alicia Mabel Partnoy vivía en la calle Canadá 240 de Bahía Blanca junto a su marido Carlos Sanabria y su hija Ruth.
Alicia de 21 años y Carlos de 22 militaban en la Juventud Universitaria Peronista al tiempo que ella estudiaba Letras en la Universidad Nacional del Sur. Finalmente la carrera se cerró y a Alicia le quedaban materias libres por rendir “pero después del golpe militar ir a la universidad se convirtió en algo muy difícil porque a la entrada de la universidad nos pedían el documento de identidad, y no sabíamos si estábamos en alguna lista, si nos estaban buscando…”. Según Alicia “podíamos llegar a desaparecer así que tampoco rendí las materias en esa época”.
Alicia Partnoy, hoy con 56 años, profesora, escritora y residente en Estados Unidos, dice que durante los tiempos de la dictadura militar en Bahía Blanca, ella conocía lo que estaba ocurriendo en el país y que las desapariciones se repetían: “Yo por eso decidí militar en el momento del golpe porque mi hija tenía nueve meses y no quería que creciera en un país donde no había libertad”.
Su militancia consistía en la recopilación de datos e información sobre secuestros, desapariciones y torturas para luego diseminarlas: “Esa era la única forma de difundir lo que estaba pasando”.
Mucha de esos datos documentados, Alicia los mostró al tribunal que juzga a 17 represores acusados de delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca. Lo hizo al momento de prestar declaración como testigo en la mañana del martes 27 de diciembre de 2011.

No cuentes lo que viste…
Cuando secuestran a su tío José y a su primo, Alicia decide irse de su casa por su seguridad y la de su hija. Lo mismo hace en el momento en que se llevan a sus amigos Néstor Junquera y María Eugenia González de Junquera. Sin embargo, el 12 de enero del 77 el Ejército golpeó la puerta de su hogar: “Estaba con mi nena, mi esposo había ido a trabajar”.
Alicia vivía en el fondo y el timbre sonaba insistentemente. Su hija la seguía mientras Alicia iba a atender la puerta hasta que escuchó golpes muy fuertes: “El Ejército, abra”. “Me di vuelta, empecé a correr por el pasillo, pensé, dudé en un instante si llevar a la nena conmigo para saltar el tapial del fondo de mi casa. Le dí un beso, corrí y salté. Lo último que escuché de ella en los siguientes cinco meses fue que rompió a llorar. Sentí una bala, sentí tiros y no supe que había pasado con ella”.
La huida no se pudo concretar ya que en un baldío la esperaban más soldados. La metieron en un camión, que luego fue a buscar a su marido al trabajo, y ambos fueron llevados al Comando V del Ejército.
Descalza, Alicia es ubicada en una sala y luego llevada a otro sector donde le toman declaración: “Escucho la máquina de escribir”. Le pidieron datos de su militancia que ella negó, y la devolvieron a la sala: “A la tarde me llevan vendada y esposada en el piso de un auto, parecía un jeep”. Alicia pensó en tirarse del vehículo pero hubo algo que pesó más para decidir seguir: “El único motivo por el que no me tiré es porque tenía mis amigos, Néstor y Mary desaparecidos y tenía la ilusión de que tal vez los iba a ver allí”.
Alicia Partnoy fue trasladada a otro sector en donde los muros llevaban la inscripción “Triple A”. Ella estaba vendada pero puede observar por debajo de la venda. La noche la pasó en La Escuelita atada en un colchón mientras escuchaba gritos que le parecían que era de un animal. En realidad, era su marido soportando la tortura.
En otro momento, llegó el turno de su propio interrogatorio: “La tortura más grande que yo sufro es no saber qué habían hecho con mi hija”, narró Alicia quien señaló que los torturadores le decían que la iban a matar mientras le traían al esposo totalmente lastimado y le leen el testimonio de una persona que había sido torturada. Allí, en La Escuelita, Alicia estuvo tres meses y medio.
Por debajo de la venda, Alicia reconoce a Alicia Izurieta, su mejor amiga de la UNS con quien, durante el cautiverio, siempre lograba conversar,
Respecto a su hija Ruth, había quedado con unos vecinos, y luego sus abuelos la fueron a recoger. Los padres de Alicia fueron al Comando, hicieron múltiples gestiones y presentaron una nota donde piden entrar a la casa precintada de Alicia para rescatar cosas de Ruth.
Un 22 de abril, sus padres reciben una lista firmada aparentemente por Delmé, hoy juzgado, que contenía objetos personales y venía acompañada de un monedero. Alicia mostró la lista al tribunal y pidió entregar los objetos.
Tres días después, el “Mono” Núñez la traslada a Villa Floresta donde pasa 52 días: “Soy una presa sin nombre y una celda sin número” señaló: “A mi entender yo estaba desaparecida”.
Unas presas comunes y unas monjas deducen que ella era Alicia Partnoy y se lo comunican, solidariamente, a la familia. En esos 52 días, Alicia trató de recordar poemas que había escrito antes de su desaparición y escribe unos nuevos que luego Patricia Chabat recuperará y le entregará.
Alicia y su familia sufrieron en demasía lo vivido. Tal es así que su hermano se enfermó de esquizofrenia que lo llevó al suicidio y sus padres “están asustados por mi presencia en Bahía Blanca, tienen mucho miedo de que alguien me haga algo”.

Estamos en la tierra de nadie…
Según su propia descripción, La Escuelita era una casa vieja, tenía dos habitaciones donde estaban los detenidos, un hall intermedio con el guardia de turno, ventanas con postigos y rejas del tipo colonial: “Capaz que los señores a mis espaldas pueden explicar mejor cómo era el lugar porque están hablando”, dijo Alicia luego de que se escuchara un irrespetuoso murmullo de uno de los asesinos imputados.
Respecto a cómo pudo reconocer cada sector explicó: “Tengo una nariz grande, eso que a uno no le gusta cuando es adolescente, era muy útil cuando tenía una venda porque es más fácil que se mantengan ciertas ranuras debajo de los ojos”.
Alicia pudo ver las habitaciones, el pasillo, la sala de torturas y por un guardia llamado Heriberto Lavallén “El zorzal” se enteró de la existencia de una casa rodante donde habría dado a luz Graciela Romero de Metz.
Alicia pidió al tribunal una pizarra y dibujó un croquis de La Escuelita. En el gráfico se veía una ventana que, dijo, a veces la abrían: “Un día que me encuentran hablando con Zulma me castigan haciéndome sentar al sol, con la ventana abierta hacía mucho calor”.
Alicia habló además de un aljibe donde habían colgado a un detenido y de una cocina en donde le hicieron lavar una fuente grande de ensalada para poder asistir al bebé de Metz.
Alicia recordó que, anterior a eso, un supuesto enfermero le había recetado a Metz que caminara para facilitar el parto. Ella era la mujer que daba vueltas alrededor de una mesa y que muchos testigos declararon haberla escuchado.
Entre el 16 y 17 de abril, Graciela dio a luz a un varón. Los guardias decían que ese bebé iba a ser adoptado por uno de los torturadores. Alicia sólo recuerda al “Tío” y al “Pelado”. Esos guardias también comentaban acerca de que uno de ellos estaba comprando ropa de bebé.
.Por otra parte, Alicia no pudo ver a sus amigos Junquera pero sí reconoció sus pertenencias allí. También detalló humillaciones soportadas por sus compañeros que en algún momento fueron vestidos con ropa de mujer, los manoseos y abusos sexuales sufridos por las mujeres y hasta el hecho de permitir que dos víctimas mantuvieran relaciones para que, los represores, pudieran observarlos.
Loro, Bruja, Gato, Vaca, Gordo, Tino, Polo, Turco y Chiche, son algunos de los apodos de militares que Alicia recuerda y que los documentó una vez en libertad. Chiche tendría entre 22 y 23 años y era una persona arrogante, segura de sí misma y convencida de lo que hacía: “Me decía que me iban a hacer jabón por ser judía”. Chiche le preguntó a Alicia por qué era “subversiva” y ella dijo que en la universidad uno va adoptando ideas políticas. Chiche le dice que él fue a la universidad y no se hizo “subversivo”: “Te hiciste facho”, le respondió Alicia.
Antes de su traslado, a Alicia le dicen que la van a llevar a ver “cómo crecen los rabanitos”. Esa ironía la hace pensar que el final se acercaba: “Estaba convencida de que me iban a matar”. Su presunción era equivocada, el traslado era a Floresta y Alicia seguiría su historia.

Los inocentes son los culpables
Alicia llegó a Villa Floresta muy delgada y desesperada por no saber dónde estaba su hija. Un tal Farías se comunicó con sus padres para avisarles que podían visitar a su hija y luego de un tiempo así lo hicieron acompañados de la bebé Ruth. “Ahí la veo y ahí sé que está bien”.
En esa cárcel permaneció hasta el 8 de octubre de 1977 para luego ser trasladada en avión a Villa Devoto. Ese viaje duró más de 10 horas ya que pasaban a buscar a otros detenidos por diferentes penales.
Con la opción obligada de tener que irse del país, Alicia se radica en Estados Unidos ya que había solicitado ir a España y no se lo permitieron. Ella estaba a disposición del Poder Ejecutivo por ser “peligrosa”.
En su declaración, Alicia pidió por los hijos nacidos en La Escuelita y de los que nunca más se supo nada: “Yo no sé… si los señores a mis espaldas tuvieran información… Pero claro hicimos el Juicio de la Verdad y la verdad la contamos nosotros”.
Emocionada, Alicia continuó con más palabras referidas al día tan importante que transcurría: “Hoy es un momento muy especial porque veo la justicia sin vendas en los ojos, y en Bahía Blanca la justicia sin vendas en los ojos es la justicia de verdad”.
“La justicia no puede tener venda como nosotros tuvimos”, señaló.
Al final de su testimonio, agradeció al tribunal por la paciencia, la voluntad y la vocación de justicia. También hizo lo propio con los organismos de Derechos Humanos, recordó a Ernesto Malisia, a los familiares y “a todo aquel que ha buscado junto conmigo justicia en estos casos”.
Cuando el fiscal Abel Córdoba le preguntó qué significaban las personas con las que compartió cautiverio, Alicia dio una respuesta que puso la piel de gallina a más de uno: “Son mis hermanos”, respondió. Con mucha emoción, Alicia finalizó su relato. Ella que soportó todo lo vivido en La Escuelita, Villa Floresta y Villa Devoto; ella que escribió un libro contando todo lo vivido y que transformó el horror en poesía. La misma Alicia que se vino de Estados Unidos sólo para declarar en este juicio. Un día histórico vivió Bahía Blanca con el testimonio de Alicia, su canción y el recuerdo de sus hermanos…

“Sobre el pasado y sobre el futuro, ruinas sobre ruinas, querida Alicia…” (Seru Giran)

miércoles, 11 de enero de 2012

Hallaron cimientos y elementos del CCD La Escuelita

Los restos de La Escuelita

 Por Diego Martínez

A comienzos de 1979, luego de que funcionara casi tres años como campo de concentración, el V Cuerpo de Ejército demolió La Escuelita, como la bautizó el general Adel Vilas. En 1981, desde el exilio, Alicia Partnoy describió la vieja casona donde estuvo en cautiverio y dibujó un croquis que repitió en diciembre pasado, por primera vez ante un tribunal y un grupo de represores. La buena nueva es que La Escuelita de Bahía Blanca dejará de ser una entelequia. Gracias al trabajo de arqueólogos de la Universidad Nacional del Sur, convocados por orden judicial a partir de una iniciativa de Memoria Abierta, los cimientos del ex centro clandestino salieron por primera vez a la luz. La investigación permitió dar con un plano de la construcción de 1944, comprobar que La Escuelita funcionó a 200 metros de las ruinas que inspeccionó la Conadep en 1984, e incluyó el hallazgo de más de 13 mil piezas que estaban bajo tierra e incluyen jeringas, envases de calmantes y otros materiales médicos que se habrían usado con los secuestrados. Memoria Abierta, que ya entregó un informe preliminar de la investigación, le solicitó al juez federal Alcindo Alvarez Canale que ordene perimetrar y techar el terreno para proteger los hallazgos y poder continuar con una segunda etapa de excavaciones.

“El lugar es llamado por los militares ‘Sicofe’. Está cerca de una vía del ferrocarril, se podía oír el paso de los trenes, los tiros de práctica del Comando y el mugido de las vacas”, escribió Partnoy hace casi 31 años, antes de explayarse sobre la casa donde vio por última vez a sus compañeros de la Juventud Peronista. El general Mario Aguado Benítez, ex comandante del Cuerpo V, evitó en 1984 precisar la fecha de demolición y apuntó que “luego de los aprestos bélicos de 1978 se reiniciaron tareas de desmonte y nivelación del terreno”. El suboficial Luis Vilches, que vivió allí con su familia hasta poco antes del golpe de Estado, dibujó un plano en 1985 frente a un denominado “juez militar” que resultó ser el teniente coronel Emilio Ibarra, ex jefe de la patota de secuestradores.

La investigación de Memoria Abierta se inició a partir de testimonios y croquis de sobrevivientes, en particular el de Partnoy y el de Gustavo López, secuestrado a sus 16 años. El primer barrido del terreno, que permitió identificar varias construcciones, se desarrolló entre abril y mayo de 2010. En septiembre último comenzaron las excavaciones. “A los arqueólogos del Departamento de Humanidades de la UNS se sumaron más de treinta alumnos y expertos que trabajaron en estudios preliminares desde el punto de vista topográfico y geoeléctrico”, destacó el arquitecto Gonzalo Conte, de Memoria Abierta. “Una excavación de 5-10 centímetros permitió descabezar los muros de cimientos y ver la conformación de esa planta con todos los ambientes descriptos”, agregó. La mayor parte de los objetos recolectados estaban en una cisterna y “en un pozo basurero, donde había ampollas, jeringas, frascos de medicamentos”, detalló, y apuntó que “todas esas pruebas están ahora cauteladas en un sótano que está justo debajo de la sala del rectorado de la UNS donde se hace el juicio”. “Le hemos propuesto al juez una segunda etapa de excavación de hasta 50 centímetros para despejar dudas sobre posibles hallazgos, buscar más evidencias y poder encarar una reconstrucción virtual de esa casa”, adelantó. El fiscal federal Abel Córdoba reiteró tras la declaración de Partnoy el pedido para realizar una nueva inspección ocular en el terreno junto con los jueces del Tribunal Oral Federal y los sobrevivientes.

miércoles, 4 de enero de 2012

Declaró Alicia Partnoy en juicio lesa humanidad

La profesora y escritora Alicia Mabel Partnoy, autora del libro “La Escuelita” con relatos testimoniales sobre el centro clandestino de detención de Bahía Blanca en el que estuvo secuestrada 105 días, declaró hoy en el juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en jurisdicción del V Cuerpo del Ejército.
 
Partnoy, de 56 años, fue secuestrada el 12 de enero de 1977. Permaneció en el centro clandestino de detención “La Escuelita”, tras ello trasladada en condición de detenida a la Unidad Penal de Villa Floresta y luego al Penal de Villa Devoto hasta el 23 de diciembre de 1979, para luego radicarse en Estados Unidos.
 
La mujer afirmó que “yo tenía 21 años y mi esposo 22, éramos militantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), estudiaba literatura en la Universidad Nacional del Sur”.
Ante el Tribunal, la mujer comentó que “decidí militar en el momento del golpe porque mi hija tenía 9 meses y no quería que creciera en un país donde no había libertad, entonces empecé a militar y parte de ese trabajo era recopilar información sobre torturas, sobre secuestros y diseminar esa información”.
“En el momento en que vienen a detenerme, en mi casa nosotros estábamos imprimiendo con unas gelatinas unos testimonios de una mujer que había sido torturada, desaparecida y dada por muerta, que había testificado y entonces yo estaba difundiendo ese tipo de información”, expresó.
Partnoy fue detenida el 12 de enero de 1977 en momentos en que se encontraba junto con su pequeña hija en la vivienda que habitaban ubicada en la calle Canadá al 240 de Bahía Blanca.
“Estaba con mi nena, mi esposo se había ido a trabajar y suena el timbre de la puerta de calle porque vivíamos en una casa a los fondos y en un largo pasillo”, contó Partnoy.
“Salgo a atender con mi nena siguiéndome atrás y cuando estoy por llegar a la puerta escucho golpes muy brutales, pregunto quién es y me dicen ´el Ejército, abra´; y yo sabía lo que estaba pasando cuando venían a buscar ciudadanos”, agregó.
“Me dí vuelta, empecé a correr por el pasillo, dudé un instante en llevar a la nena conmigo para saltar el tapial en el fondo de mi casa, le dí un beso, corrí y salté, lo único que escuché de ella los siguientes cinco meses es que rompió a llorar, sentí una bala, tiros y no supe que había pasado con ella”.
Tras saltar el tapial y llegar a un terreno baldío la mujer fue detenida por un grupo de soldados que la estaban esperando.
“Grité por mi hija, que la cuiden, que la van a matar, gritaba”, dijo al comentar que la subieron a una camioneta con soldados y se trasladaron hasta el trabajo de su esposo, donde también lo detuvieron.
La escritora relató que los llevaron al Comando en V Cuerpo del Ejército, al afirmar que “sabía lo que era ese lugar porque mi esposo hizo la conscripción allí. Nos ponen en una sala, yo estaba descalza porque había perdido mis chancletas tras haber corrido y saltado”.
“Después me vendan y me llevan por una escalera donde me toman declaración y me preguntan el nombre, la edad y me piden datos de militancia que yo niego”, añadió.
“Luego a la tarde me llevan vendada y esposada en el piso de un auto, parecía un jeep, a un lugar donde levanto la cabeza por debajo de la venda y veo que en el muro están las letras de las tres A en la entrada”, agregó sobre el centro clandestino de detención conocido como La Escuelita.
 
La testigo dijo que pasó la noche en ese lugar "en una cama, atada con los ojos vendados, escucho gritos durante la noche y luego me entero que son los gritos de mi esposo en la tortura”.
“Yo creo que la tortura más grande que sufro es que no sabía qué habían hecho con mi hija, me dicen que la van a matar, me ponen una máquina que no me da electricidad y hay un ruido como un chispero y hacen como que van a disparar con un revólver, y me dicen que tengo que hablar”.
“Estuve en ese lugar como tres meses y medio, siempre obligada a estar acostada, en ocasiones cada veinte días nos permitían bañar”, relató.
La mujer comentó que “mi hija quedó con unos vecinos, mis padres fueron al Comando a buscar información, no hicieron recursos de habeas corpus por entender que la gente no sabía y a veces pensaban que un recurso era más negativo en casos de las desapariciones”.
Además Partnoy ofreció al Tribunal diversa documentación como notas que hicieron sus padres y suegros preguntando “donde estábamos nosotros, y que se les permitiera acceder a la casa en donde vivíamos".
“Agradezco realmente y aprecio la labor de este Tribunal, vengo testificando hace más de tres décadas todo esta información que he ido entregando en más de 30 años, para mí este momento es muy importante, y de algún modo lo que estoy agregando espero que pueda contribuir”, expresó en referencia a su Documento Nacional de Identidad, entre otros.
Tras su detención en “La Escuelita”, Partnoy fue trasladada a la Unidad Penal 4 de Villa Floresta de Bahía Blanca, el 25 de abril de 1977.
“Estuve desaparecida 52 días sin nombre y sin número, en una celda de castigo”, dijo al comentar que “en ese tiempo yo pensaba que me iban a matar en cualquier momento, a mi entender estaba desaparecida”.
Partnoy agregó que “en esos 52 días yo escribo los poemas que había escrito antes de mi desaparición y escribo nuevos poemas”, al señalar que “entrego a este Tribunal algunas páginas de lo que escribí”.
Tras permanecer en Villa Floresta la mujer fue trasladada el 8 de octubre de 1977, en avión, al penal de Villa Devoto, en la Capital Federal, donde recuperó la libertad el 23 de diciembre de 1979 y se trasladó a los Estados Unidos, lugar donde en la actualidad reside en la ciudad de Los Angeles.
Ya en Estados Unidos, Partnoy escribió el libro llamado “La Escuelita”, que consta de relatos testimoniales sobre el centro clandestino de detención y que fue publicado en 1986.