domingo, 1 de julio de 2012

Alegato del fiscal: "Mataron para aterrorizar"

A un año del comienzo del juicio contra 17 militares y federales retirados, el fiscal Fernando Córdoba dijo que "sus conductas están entre las más graves que se pueden concebir", pero otra vez los desaparecidos se quedan sin la protección de la condena a los represores por el delito de genocidio

VIEDMA (AV).- "El instrumento de terror de estos acusados fue la muerte, la eliminación. Para aterrorizar mataron, desaparecieron y fusilaron", dijo el fiscal Abel Córdoba al iniciar su alegato en el juicio contra 17 militares y policías federales que actuaron durante la dictadura militar bajo las órdenes del V Cuerpo de Ejército en Bahía Blanca.

Agregó que "se apropiaron de los hijos de los enemigos. Llegaron a eso. Las conductas que tuvieron en ese rol clandestino y criminal están entre las más graves que se puedan concebir. Arrancaron identidades, referencias, vínculos. Dejaron a padres sin los hijos y a hijos sin padres".

El fiscal fue muy crítico con la posición del diario bahiense "La Nueva Provincia". Entre otras cosas recordó que el 6 de julio del 76 "el país era ya un gran campo de concentración y -mientras los comunicados del V Cuerpo se difundían en el medio mencionando con las versiones de falsos enfrentamientos con cautivos en el centro clandestino- les pedía a las fuerzas armadas "abandonar la absurda y forzada mentalidad legalista, realicen juicios sumarios y apliquen la pena de muerte dictada por autoridades militares".

Córdoba habló del infierno dantesco que "estas personas crearon, planificaron y ejecutaron. Es así como tenemos todavía miles de ciudadanos argentinos que siguen viviendo con las secuelas de esos hechos". También consideró probados los 94 hechos en juicio -entre ellos resultaron víctimas varios viedmenses- y la responsabilidad criminal de cada uno de los imputados.

En el comienzo de su alegato, el fiscal no se olvidó de los imputados que no estuvieron presentes como el prófugo Miguel Ángel García Moreno o "aquellas permitidas por la impunidad biológica, desde los torturadores como Corres – ese miserable al que la maquinaria del terror le permitió hacer tanto daño- o Cruciani; pasando por el jefe del grupo de tareas Emilio Ibarra; el juez genocida Guillermo Madueño; los diabólicos obispos Emilio Ogneñovich y Jorge Mayer; el enlace entre el campo de concentración y la cárcel Leonardo Nuñez o el médico Jorge Streich; hasta los máximos jerarcas del Comando V Cuerpo de Ejército como Argentino Tauber, Abel Catuzzi, Osvaldo Azpitarte o el sangriento Adel Vilas que pedía a gritos cadáveres y quería "limpiar la universidad de la infiltración marxista".

Comparó "el silencio de los criminales con el esfuerzo de los familiares y sobrevivientes que exigieron sus memorias para colaborar con la justicia con la ilusión de conocer un dato más. Hay padres que llegaron acá como pudieron. Aceptaron sentarse cerca de ellos. Todo un gesto de pacifismo, civilización y educación".

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