lunes, 19 de diciembre de 2011

Universidad del Sur: Juicio académico a profesores cómplices con la dictadura

El juicio a dos profesores

Estudiantes y docentes presentaron pedidos de juicio académico para dos profesores del Departamento de Derecho de la UNS, en Bahía Blanca, por su presunta complicidad con violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura.

Por su presunta participación en delitos de lesa humanidad durante la dictadura, dos profesores de la Universidad Nacional del Sur podrían afrontar sendos juicios académicos. “Falta de ética en el ámbito universitario o profesional que se proyecte sobre aquél”, argumenta uno de los textos presentados ante el Departamento de Derecho de la UNS y que involucran a Néstor Luis Montezanti y Gloria Girotti. Presentados por docentes y estudiantes, los pedidos son de octubre y noviembre, y ambos casos se encuentran aún en comisión: todo indica que recién se tratarán en febrero próximo. Girotti fue secretaria del juzgado federal de Bahía Blanca durante la dictadura: interrogatorios a personas visiblemente torturadas y negligencia en el tratamiento de hábeas corpus, entre otros, son los delitos que se le adjudican. A Montezanti se le atribuye haber pertenecido al Personal Civil de Inteligencia del Ejército. Un tercer profesor de la UNS, Hugo Mario Sierra, supuestamente vinculado con los mismos delitos que Girotti, decidió renunciar a sus cargos en septiembre. Mientras, y desde junio, la UNS es sede del primer juicio por crímenes de la dictadura en Bahía Blanca bajo la órbita del Quinto Cuerpo de Ejército.

La abogada y profesora de Derecho en los Contratos Gloria Girotti es señalada como cómplice de secuestros y torturas durante la dictadura. Girotti se desempeñó desde 1975 hasta 1979 como secretaria del entonces juez federal de Bahía Blanca, Guillermo Federico Madueño. Según el fiscal federal Abel Córdoba, “el juzgado federal se sumó al plan represivo de la dictadura. Adel Vilas (segundo comandante del Quinto Cuerpo de Ejército) ha reconocido que a la noche se juntaba con Madueño para hablar de la ‘subversión’ y planificar. La actuación en todos los expedientes es conjunta”. En diálogo con Página/12, el fiscal Córdoba aseguró que Girotti –y Hugo Sierra, también ex secretario de Madueño– participaron de interrogatorios a detenidos con visibles marcas de tortura, hechos que no figuraban luego en los expedientes. También se les imputa ocultar hábeas corpus presentados en favor de personas privadas en forma ilegal de su libertad.

Néstor Luis Montezanti es docente de tres materias en la UNS: Ciencia Política, Derecho Administrativo I e Introducción al Derecho. De acuerdo con la “Nómina del Personal Civil de Inteligencia que revistó en el período 1976/1983”, foja 67, firmada por el general de Brigada César Gerardo Milani y desclasificada por el Estado en 2010, Montezanti fue personal civil de inteligencia al interior de la universidad. Es decir, figura como informante, como “asesor universitario” de la dictadura. Su caso también fue vinculado con la conformación de la Alianza Anticomunista Argentina bahiense, que la Justicia acreditó en 2007, aunque no pudo extraer de ello más que una “filiación ideológica”. Su pedido de juicio académico fue presentado a principios de octubre, y aún no hubo siquiera dictamen de la comisión que supuestamente lo analiza.

La secretaria académica del Departamento de Derecho, Pamela Toloza, le confirmó a este diario que los expedientes están en tratamiento en la Comisión de Interpretación y Reglamento. Toloza informó también que ambos docentes han hecho sus descargos y que aún queda resolver el dictamen de la comisión, para luego tratarlo en el plenario del consejo. Según explicó Toloza, ayer fue la última sesión ordinaria y, aunque queden aún reuniones extraordinarias, lo más probable es que los casos de Girotti y Montezanti sean postergados hasta febrero.

“Falta la decisión política. La corporación de abogados es muy fuerte”, dijo a este diario el profesor responsable del pedido de juicio académico a Montezanti, Dante Patrignani. Los estudiantes de la UNS consultados expresaron que, dentro de su claustro, la posición es favorable a que se inicie el juicio. “Es el único mecanismo que tiene la universidad para terminar de legitimar a los profesores en su cargo o para destituirlos”, dijo una consejera superior. Desde el centro de estudiantes de Humanidades, distinguieron: “Por un lado, la universidad pone el edificio para juzgar a los militares. Sin embargo, internamente la UNS sigue teniendo a docentes vinculados con la dictadura”.

Testimonios de mujeres

Ovarios de Hierro

En las últimas audiencias se escucharon testimonios de víctimas y testigos de la localidad de Viedma, entre ellos algunas mujeres que mostraron una admirable valentía al contar lo sufrido y vivido durante todos estos años.

Altamente destacado fue lo que sucedió, se contó y se vivió durante las jornadas desarrolladas el 29 y 30 de noviembre, y el jueves 1 de diciembre de 2011 en el juicio contra 17 represores acusados de delitos de lesa humanidad. Se trataba de una jornada especial porque declaraban víctimas y testigos de la localidad rionegrina de Viedma lo cual provocó que varios amigos, familiares y periodistas de esa ciudad vinieran a Bahía Blanca a brindar su apoyo. En la vereda se podían ver las fotos de víctimas de Viedma entre otras banderas. Nos centraremos en los testimonios comprometidos de dos mujeres, familiares de víctimas, que lucharon y luchan cada día por la Verdad y la Justicia.
Luego de que Oscar “el Congo” Bermúdez relatara su terrible secuestro, señalara a los represores y hasta mantuviera un entredicho con el abogado querellante Víctor Benamo, fue el turno ante el tribunal de su ex esposa María Noemí Bringue.
María tiene 57 años, vive en Viedma y trabaja en el Programa Anti Impunidad de la Legislatura rionegrina. Con tranquilidad comenzó a dar sus datos personales al juez, y ni bien empezó a contar su experiencia se la pudo ver profundamente emocionada. María explicó que conoció a Bermúdez en 1972 cuando ella trabajaba como empleada con cama adentro y él militaba en el peronismo y estudiaba en la UNS, fue allí cuando formaron pareja: “Del peronismo lo único que sabía era lo que me había enseñado mi abuela, que era que ayudaba a la gente pobre como nosotros”.
Ambos convivieron, tuvieron una hija y María empezó a tomar conciencia de la realidad que se vivía y a formar su pensamiento, “cuando escuché la palabra explotación, lucha de clases, me di cuenta que pertenecía a esa clase que era hostigada”. “Recién ahí -subrayó María- empecé a darme cuenta de qué se trataba”.

Que la tortilla se vuelva
“Que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda”, decía una vieja canción anarquista y María la tomó como propia. En aquella época de ideales empezó a desear eso: “Quise que la tortilla se vuelva”, narró ante el tribunal y agregó que deseaba que las cosas cambiaran rápido pese a que se le explicaba que los cambios sociales eran lentos.
Ya con una segunda hija, un día a María la llaman para que fuera a la Plaza Rivadavia, un compañero la abrazó y le dijo que a Oscar, de 23 años, lo habían amenazado y lo habían ido a buscar al trabajo y a la universidad: “Fue la primera vez que temblaba la tierra abajo mío”. A partir de ahí todo cambió. Primero se mudaron a un pueblito, luego regresan a Bahía Blanca y Oscar se muda a Viedma y, dijo, el miedo se duplicaba porque por un lado quedaba ella con las nenas en Bahía, y su marido en la capital rionegrina. En Bahía, señaló, el clima era feo: “Ya se hablaba de muertes y patotas”.
Finalmente María y sus hijas se van a Viedma con Oscar y antes del golpe del 76 nace su tercera hija. Un día se enteran del secuestro de Darío Rossi. Justamente, mientras María hablaba se cumplía un nuevo aniversario de ese hecho: “Uno sentía la presencia de unos ojos que estaban como atrás de algo, persiguiendo”.
Oscar trabajaba en una empresa de transporte. Un 7 de enero se fue a trabajar y María tuvo un mal presentimiento. Pasaron las horas y Oscar nunca llegó.
Más tarde, junto a un compañero y un ingeniero conocido salen a buscarlo a Patagones. Se encuentran con el jefe de personal de la empresa que dijo no saber nada aunque después destacó que le había llamado la atención ver el camión abandonado por el lado del puerto. Hasta allí fueron, pero Oscar no estaba: “No me animé a ir arriba del camión y mirar”.
Ya en su casa, la desesperación crecía: “Sentí que no solamente se me movía el piso sino que se me caía el techo también”.
Al otro día le comunicaron la noticia al suegro, revisaron hospitales y comisarías pero nada le decían. Incluso los policías se burlaban: “Debe tener alguna amiga por ahí, ya va a volver”.
El suegro le propuso ir a Bahía con las nenas por su seguridad: “Golpeábamos todas las puertas. Nos humillamos golpeando las puertas de la iglesia y Monseñor Mayer nos echó como delincuentes”.
Al tiempo se enteran por una carta que Oscar estaba en la cárcel de Villa Floresta. Allí fue María donde sufrió la humillación de desnudarse y mostrar las partes íntimas: “Cuando entré a esa sala enorme vi una larga fila de hombres vestidos de azul, y lo buscaba y no lo encontraba”. Cuando finalmente lo encontró, no lo reconoció: “No era el de siempre”, destacó, “fue como encontrarme con otra persona”.
Meses después, María Eugenia, una de sus hijas, aprendió a caminar entre bancos y rodillas de compañeros de Oscar.
En una de esas visitas se enteran que a Oscar se lo habían llevado. Fue así que se dirigieron hasta el V Cuerpo donde María recibió expresiones degradantes: “Yo iba llorando y el soldado me seguía diciendo cosas groseras”. En realidad, Oscar se encontraba en el penal de Rawson y es por otra carta que se enteran de ello. Mientras tanto, La Nueva Provincia seguía diciendo cosas que no eran ciertas: “Era una confusión que hacía mucho daño”.

“La libertad nos encontró distintos”
En Rawson continuaron los hostigamientos, las esperas y hasta las requisas en los hoteles. Nuevamente en Bahía y ante tanto sufrimiento, María recurre a una psicóloga del Hospital Municipal, planteó sus problemas y se juntaron entre seis y siete psicólogos y psiquiatras que decidieron ayudarla. En terapia, se le dijo que lo más sano para sus hijas era ver a su padre en Rawson. Allí volvieron y la primera vez, las nenas no creían que ese era su papá.
Años después, con Oscar en libertad, María empezó a trabajar en una editorial, recibió amenazas al tiempo que comenzó a sufrir problemas renales. Quien la contrató le dijo que se tenía que ir del trabajo “porque él no era la Cruz Roja Internacional”.
Buscaron un abogado para realizar un juicio laboral y en el mientras tanto un tal Faidutti, que se dedicaba a asustar a la gente, pidió hablar con ella, exhibiendo su arma y su carnet de Inteligencia: “Usted ya sabe que su marido es subversivo”, le comentó sugiriéndole que abandone el juicio laboral. Ese juicio lo siguió su suegro porque finalmente Oscar, María y sus hijas se fueron a México donde nació su quinto hijo: “La libertad nos encontró distintos”, relató debido a que pensaba que cuando Oscar recuperara la libertad las cosas iban a estar mejor. María agradeció al tribunal por el respeto y la posibilidad de declarar. “Hay 30 mil compañeros que no lo pueden contar”. Como últimas palabras, María se dio vuelta, y mirando a los 17 represores, con un valor admirable les expresó: “30 mil compañeros desaparecidos, presentes!”. Y así se fue María del estrado, sin quitarle la mirada a cada uno de los imputados.

 “A Goncálvez lo padecí”
Silvia Beatriz Crespo es jubilada y sufrió el secuestro de su hermano Cacho. El dolor hizo que Silvia no recordara nada de fechas pero sí que su hermano fue secuestrado en dos oportunidades obteniendo la libertad en el medio, que fue cuando se casó con su compañera. La fecha que no pudo ser borrada de la mente de Silvia es la del 19 de enero porque ese día es su cumpleaños y fue en su cumpleaños cuando pudo ver a su hermano en la cárcel de Bahía Blanca. Se encontraba, dijo, muy delgado, lastimado al igual que sus compañeros y amigos. Entre ellos estaba Bachi Chironi: “Un dedo mío índice le quedaba grande en las muñecas de Bachi, de las heridas que tenían las dos muñecas de estar estaqueado. Mi hermano tenía terrible cicatriz de picanazo acá en las cejas; Oscar Meilán estaba delgadito y también todos los chicos lastimados, como el Negro Ayala…”
Antes del secuestro, a su hermano lo perseguía la Policía Federal de Viedma: “Pienso que ellos lo secuestraron porque a nosotros nos llegó inmediatamente el dato de que había sido secuestrado a media cuadra de mi casa, de la casa de mis padres, lo subieron en un Falcón Verde y ahí desapareció”.
Respecto a los represores, Silvia se acuerda muy bien de Abelleira, Forchetti y Goncálvez: “A Goncálvez lo padecí”, dijo antes de empezar su declaración. “La persona más ensañada en toda esta persecución de mi hermano para poder encontrarlo era Goncálvez, quien iba a mi casa a cada rato. Mi mamá era una persona muy mayor, y yo vivía con ella. Era el que más iba haciéndose pasar por amigo de mi hermano para que insistentemente le dijera dónde estaba, quiénes eran sus amigos, qué actividades realizaba y eso a distintas horas de todos los días”. Otra forma de hostigamiento era en la calle cuando desde su bicicleta espiaba a la familia “siempre con sorna, con soberbia, con desprecio, agrandado como quien dice”. En la cara de Goncálvez, Silvia dijo notar ansias de destrucción.
Además de dos allanamientos sufridos en su casa, Silvia y su familia tuvieron que soportar situaciones muy dolorosas en la comisaría de la Policía Federal de Viedma: “Yo pedía por favor por mi hermano porque sabía que los secuestraban, los golpeaban y los mataban”. La respuesta que recibió de los policías fue: “Ay, no señora, no fantasee tanto, usted ve demasiadas películas”.
Ella y su madre permanecieron en la comisaría toda la noche, sin agua ni baño al que poder recurrir. Al otro día, gracias al suegro de su hermano, que era policía de la provincia de Buenos Aires, ya que al parecer habían quedado detenidas, Silvia y su madre pudieron irse: “A mí por buena conducta y mis antecedentes, y a mi mamá que no tenía nada que ver, nos dejaron libres”.
Con el tiempo, la cuñada de Silvia entró en estado depresivo y se suicidó. Por su parte, Silvia comenzó a sufrir diferentes trastornos tras aquella detención: “A partir de ese día llegué hasta a orinarme en la cama del miedo”.

Además de María Bringue y Silvia Crespo, declararon Cristina Cévoli, Mirta Díaz y otras víctimas que sufrieron el secuestro. Son ejemplos de mujeres que lucharon, sufrieron, luchan y siguen sufriendo las consecuencias de delitos que afectaron a toda la sociedad.

La subversión según Benamo
Además de haber sido el primer testigo del juicio por haber sufrido en carne propia lo que es el secuestro y desaparición, Víctor Benamo es uno de los abogados querellantes, en su caso, como representante de la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Paradójicamente, a Benamo se le cuelan expresiones, elucubraciones y digresiones, que como se pudo ver en la última semana de audiencias, afectaron a uno de los testigos que también fue víctima del Terrorismo de Estado.
Cuando le tocó testimoniar a Oscar Bermúdez, Benamo le preguntó si durante el secuestro se le había imputado una acción subversiva o si se le había preguntado por su ideología. Bermúdez respondió que se le imputaba una presunta vinculación o encuadramiento con la organización Montoneros. Ante los represores, Bermúdez se defendió argumentando que su proveniencia política era incompatible con la lucha armada. Consultado por Benamo por su militancia, Bermúdez respondió que militaba en el Peronismo de Base.
Luego de otras preguntas, Benamo directamente le preguntó si a algún compañero “le conoció alguna actividad subversiva”. Al no saber Bermúdez a qué llamaba Benamo “actividad subversiva”, el abogado habló del concepto común “que use armas, que proponga revoluciones, toma de poder por medios ilícitos”.
“Yo en absoluto acepto esa calificación o definición de subversivo”, afirmó y aclaró Bermúdez.
Fue allí cuando intervino el juez Triputti. Benamo señaló que su única finalidad era demostrar que el Peronismo de Base tenía un accionar democrático y que no había acciones subversivas por parte de él.
Luego de otra intervención del juez, Benamo insistió: “Mi objetivo de esta pregunta es porque he visto castigar ahí, declarando como el señor Bermúdez a mucha gente del Peronismo de Base y yo que los traté personalmente me parece una ignominia, una salvajada innecesaria”.
Ante este increíble escenario, tuvo que hablar el fiscal Abel Córdoba quien aclaró que cualquier castigo o tortura a cualquier persona, cualquiera sea lo que haya hecho es una ignominia, no solamente al Peronismo de Base o a quien no tenía una acción armada.
Mientras Bermúdez brindaba palabras similares a las del fiscal Córdoba, llovieron los aplausos del público. Por su parte, en medio de todo esto, los abogados defensores de los represores no dijeron absolutamente nada. Benamo ya había dicho todo.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Indagarán a dos ex secretarios


La Justicia bahiense

Los ex secretarios del juzgado federal de Bahía Blanca durante la dictadura, Hugo Sierra y Gloria Girotti, acusados de encubrir delitos de lesa humanidad, deberán declarar como imputados. A un año del pedido de detención del fiscal Abel Córdoba, la Cámara Federal desacreditó los artilugios del juez Alcindo Alvarez Canale, quien pretendía citar a Girotti como testigo e indagar a Sierra por sólo cinco de los 39 hechos que se le imputan, y ordenó que declaren como acusados. El único delito por el que no rendirán cuentas quienes fueron mano derecha del juez Guillermo Madueño es el rechazo de hábeas corpus y la persecución a familias de desaparecidos para exigirles las costas: para Ricardo Planes, Augusto Fernández y Angel Argañaraz eran “funciones inherentes al cargo”.

“¿Qué hubieran hecho los de los derechos humanos si hubieran estado ahí?”, suele gritar Alvarez Canale sin ocultar su voluntad de no investigar a los cómplices civiles. El juez se tomó licencia el día que el Tribunal Oral ordenó detener a Sierra, que llegó a recibir testimonios con soldados apuntando sus armas a un secuestrado. La Cámara consideró que Alvarez Canale adelantó su posición sin haber escuchado a los acusados y ordenó garantizarles el derecho de defensa. Profesores de la Universidad del Sur, a la que Sierra renunció tras su fugaz detención, le organizan para el miércoles una “cena despedida” en el quincho de la jueza María Laura Pinto de Almeida Castro.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

“Méndez la mató”

El represor que reza
La religión acompaña al represor en las audiencias.

Ayer por la tarde continuaron recibiéndose testimonios sobre el operativo realizado por el grupo de tareas del V Cuerpo de Ejército en Fitz Roy 137 el 14 de noviembre de 1976 donde fueron asesinados Olga Souto Castillo -embarazada de cuatro meses- y su compañero Daniel Hidalgo, ambos militantes peronistas.

El ex colimba Félix Julián relató que el subteniente Mario Carlos Méndez le comentó que había asesinado a la mujer embarazada: “Yo me enteré después por comentarios de Méndez (…) Sé que mataron a dos personas ahí adentro, que él había matado a la chica que estaba embarazada y el otro al muchacho en el baño. Creo recordar que con una ametralladora”.

La función del militar riocuartense en Bahía Blanca incluía tareas de custodia del personal superior del V Cuerpo pero no perdía oportunidad de participar en los operativos de secuestro de personas sumándose de hecho a las filas de la Agrupación Tropa, comandada por el mayor Ibarra.

La escribana Edith Carmen Delgado, recordó que vivía allí con su hijo y que ese día percibieron movimiento en los pasillos, gente que corría, “tiros y demás yerbas”. No pudo precisar la hora de inicio del ataque pero “sí el programa que estaba viendo mi hijo que era el Mundo de los Simios”.

“Soy bastante miedosa, los gritos eran muy feos. En ese momento se corría el rumor que había problemas serios en distintos lugares. Tiros y demás se escucharon desde la planta baja. El edificio todavía conserva las huellas de esos tiros. Evidentemente estaban tratando de detener a alguien. Mi departamento era el 2, contrafrente”, aseguró.

Relató que la orden era no salir de su vivienda pero alrededor de las tres de la mañana “se empezó a incendiar el departamento donde habían ocurrido estos hechos y tuvimos que evacuar”.

“No entra en mi mente lo que hicieron”

Desde Mar del Plata vino Isabel Cristina Souto, hermana de Olga que había cumplido 20 años el 15 de octubre del 76 y era un año y tres meses menor que ella.

“En realidad yo me entero donde la matan doce años después que ocurrió el hecho. Hasta ese momento no sabíamos qué había pasado. Me entero por la declaración de un tal Vilas que dice que en Bahía Blanca habían matado a una mujer con otro nombre (Delia García)”, dijo a los jueces.

La familia Souto vivía en Capital Federal y cuando Silvia y Olga cumplieron 12 o 13 años se trasladaron a Mar del Plata. “Antes del Proceso nosotras militábamos en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), a mi hermana la buscaban, así que dejó de vivir en casa cuando tenía 17 años y a partir de ese momento una vez por semana o cada diez días venía el Ejército a preguntar por ella. Nos separaban en las habitaciones para ver que sabíamos”.

Las visitas se reiteraron por más de dos años y se cortaron en noviembre del 76 por lo que la familia concluyó que Olga había sido asesinada o capturada por las fuerzas armadas. Desde entonces, la buscaron junto al bebé que llevaba en su vientre.

Doce años después se enteraron de lo sucedido: “Cuando supimos que había muerto, que no había que buscar un bebé, fue también el hecho que (mis padres) no pudieron velarla, enterrarla y ellos (los militares) siempre supieron y nunca nos lo dijeron. Ni siquiera podíamos decirle a los demás por eso del algo habrá hecho. Fue tan arbitrario, tenían la ley detrás de ellos para juzgarla si había hecho algo y no lo hicieron. No puedo entender lo que hicieron porque en mi mente no entra”.

Daniel Alberto Alguacil, en 1976 vivía en Fitz Roy 137 con su bebé y su esposa que gestaba su segundo hijo. Declaró que “aproximadamente a las nueve de la noche escuchamos dos explosiones. Nos asustamos porque el departamento era un funcional, chico, estaba en el tercer piso 5, contrafrente, cerca de la escalera. Abrí la puerta y vi un militar que circulaba por la escalera. Me indicó que ingresara, que cierre la puerta, que no hable a nadie y que iban a avisar cuando se pueda salir”.

Se refugió con su familia en una habitación que daba a un patio de luz “con mucho susto y nerviosismo porque se seguían escuchando detonaciones y explosiones”. Después decidieron encerrarse en el baño que era más seguro. Estuvieron tres o cuatro horas y pudieron comunicarse con un vecino por la ventilación.

“Cuando fueron cesando los disparos y las detonaciones, pudimos evacuar el departamento. Ahí fue donde descendimos por la escalera y nos dijeron que todo el edificio iba a ser desalojado. Optamos por ir a lo de mis padres y volví la mañana siguiente”, comentó el testigo.

Colimbas en el Comando

Luego se presentó Félix Eduardo Julián quien comenzó su servicio militar el 15 de marzo de 1976 en el Comando V Cuerpo de Ejército.

Luego de la instrucción militar fue designado chofer del comandante Azpitarte con la orden de “no detenerse en semáforos, tratar de esquivar acumulaciones de autos teniendo en cuenta que podía ser parado en cualquier momento y había que evitarlo. Podían ser grupos terroristas, montoneros y todo ese tipo que eran los que más teníamos”.

Su jefe directo era el represor Mario Carlos Méndez, alias Tucho o El Loco de la Guerra, que no dudaba en jactarse de los operativos en que participaba durante las noches.

“Lo que más recuerdo es un procedimiento que se hizo en calle Fitz Roy. Después tuve que llevar al comandante para que vea como había quedado el departamento y por boca de Méndez me relató que había participado. Comentó que lo habían herido en la mano izquierda en ese procedimiento. Había recibido órdenes que había gente subversiva o posible documentación y que al ir se originó un tiroteo”, manifestó Julián.

Méndez le relató que “con otro oficial reciben al ingresar disparos de adentro y ellos contestan y se origina un acontecimiento terrible, sé que habían matado a dos personas ahí adentro. Con los años sé que fue el joven Hidalgo y la señora. Méndez me comenta que era un matrimonio y que la mujer estaba embarazada”.

Al edificio de Fitz Roy, el general Azpitarte llegó con custodia de un suboficial. Al salir, subió al auto y no hizo ningún comentario. “Yo me enteré después por comentarios de Méndez (…) Sé que mataron a dos personas ahí adentro, que él había matado a la chica que estaba embarazada y el otro al muchacho en el baño. Creo recordar que con una ametralladora”.

“Cuando casi no reciben fuego de adentro, él entra corriendo al departamento, se tira encima de una cama y la mujer estaba sobre el piso bastante malherida pero le alcanza a disparar –es herido en la mano- y en la cama la termina de matar”, insistió.

Néstor Omar Bonifaci también comenzó su servicio militar el 15 de marzo del 76 en el Comando V Cuerpo y luego en el Hospital Militar. En su etapa de instrucción participó en una o dos sesiones de tiro en el Balneario Maldonado y en simulacros de combate urbano en el sector de caballeriza. Su jefe directo era el capitán Adalberti.

El juez José Mario Triputti le marcó la contradicción entre su primera declaración ante el fiscal Hugo Cañón en 2007 y la de ayer respecto a su conocimiento sobre la existencia de un centro de detención y camionetas que llevaban gente hacía allí.

“Uno atando cabos a medida que pasa el tiempo relaciona lo que por allá haya visto. Puede ser que hayan pasado camionetas pero no que haya habido un centro clandestino”, explicó. Conclusión: “Hoy si me pregunta si había un centro, evidentemente lo había. Pero si usted me pregunta si en ese momento conocía la existencia del centro, no lo conocía”.

Una situación similar se dio cuando el juez Jorge Ferro le marcó que en 2007 el testigo dijo que el día del operativo en Fitz Roy estaba en la guardia del hospital y recibió un llamado pidiendo una ambulancia y le preguntó si sabía que un subteniente había sido herido.

Bonifaci dijo que no y Ferro le advirtió que “vuelve a incurrir en el mismo error porque en la declaración anterior dice que sí y que podría ser el subteniente Méndez aunque duda si no fue uno de apellido Corres. Usted es muy preciso con los nombres… no tira cualquier apellido”.

“Ehhh… está bien. Sí… ehhh por comentarios tuvieron participación pero no lo vi”, respondió.

Al final de la tarde declaró el ex colimba Juan José Isachi cuyo destino fue el Hospital Militar pero fue pasado “en comisión al Comando porque el teniente De la Serna era amigo de un vecino mío y necesitaba alguien de confianza”.

Aseguró que Méndez “era un subteniente muy enérgico del Ejército, le decían el Loco de la Guerra, no era muy querido por los soldados. Hacía chistes con armas”. Identificó a Chisu, alias Ginebra, como uno de los custodios del general Vilas. Al ser consultado por el fiscal Córdoba respondió: “No tengo idea si estaba vinculado a algún sector sindical”.

En cuanto a De la Serna, el testigo afirmó que “manejaba la parte de prensa. La tarea era de ayudante del general y se encargaba de la prensa. Manejarse con algún periodista y cosas así. Tendrían que venir los periodistas… pero no eran muchas las actividades que desarrollaban. Sé que era encargado de prensa por el título que tenía. Se reunía con el general, tomaba mate en la oficina”.
Publicado el 16/11/2011 por efemedelacallehttp://juiciobahiablanca.wordpress.com/2011/11/16/mendez-la-mato/#more-1875

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Víctimas de La Escuelita : "pongo el acento en la apertura de los archivos..."

Los familiares de un matrimonio desaparecido que estuvo detenido en el centro clandestino La Escuelita dieron ayer su testimonio en el marco del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Bahía Blanca durante la dictadura. 
Graciela Romero y Raúl Metz fueron secuestrados en 1976, ella estaba embarazada de cinco meses y se sospecha que su bebé fue apropiado. Ayer, el primer testimonio fue el de Luis Carlos Metz, hermano de Raúl. Contó cómo supo que “los tenían muy mal en La Escuelita, en una cama, permanentemente con los ojos vendados”. “Si mal no recuerdo, el 26 de abril nació un varón y ese mismo día los ejecutaron”, aseguró. Luego, Adriana, primera hija del matrimonio, relató su experiencia y reclamó que los represores “digan dónde están mi hermano y el hijo de Graciela Izurieta”, otra criatura nacida en La Escuelita.
La joven pareja compuesta por Graciela Romero de Metz y Raúl Metz fue secuestrada en Cutral Co en 1976 y trasladada al centro clandestino de detención de Bahía Blanca. Ambos fueron torturados y figuran como desaparecidos, pero Graciela estaba embarazada y tuvo allí a su segundo hijo. Sospechan que fue apropiado y piden abrir archivos.Los Metz, desaparecidos durante la última dictadura, eran militantes barriales 
 
"Lo más apremiante, lo más urgente y lo que hay que volver a poner en el tapete es la búsqueda de ese bebé, que hoy es un hombre", dijo Nora Maggi, una de las integrantes en Neuquén de la comisión de apoyo a los juicios por crímenes de la dictadura en Bahía Blanca. El primer proceso por delitos de lesa humanidad en la ciudad del sur bonaerense iba a comenzar esta semana, pero se pospuso tras la renuncia de dos jueces que integraban el tribunal y que fueron recusados. Nora Maggi fue detenida en Bahía en 1975 y llevada al penal de Mar del Plata como presa política, un año antes de que se produjera el golpe de Estado. 

En la cárcel, supo por sobrevivientes del centro clandestino "La Escuelita" de Bahía, que Graciela Romero –a quien ella recordaba de la Universidad Nacional del Sur– había tenido un bebé en ese centro de detención, al que había sido llevada desde Cutral Co.
"Conocí a Graciela de los pasillos de la Universidad, porque militaba; todos militábamos. Ella estaba embarazada de su primera hija, Adriana, y era militante barrial", dijo Nora. Agregó que después de la cárcel y del exilio de otros sobrevivientes que testimoniaron sobre los horrores de la dictadura, en 2005, cuando se reabrieron las causas, hubo un reagrupamiento de sobrevivientes y de familiares de detenidos-desaparecidos "para ayudar a Adriana en la búsqueda del segundo bebé que tuvo Graciela y que es su hermano". 
Graciela Romero de Metz y Raúl Metz estaban en Cutral Co en diciembre de 1976 cuando fueron secuestrados y Adriana, la hija de ambos, quedó al cuidado de unos vecinos hasta que a los pocos días llegó a la comarca petrolera Oscar Metz, su abuelo. Las constancias en la causa indican que el matrimonio fue torturado en su viaje hacia el Alto Valle y podrían haber permanecido un tiempo breve en "la Escuelita" de Neuquén, pero fue en el centro clandestino de Bahía donde los vieron por última vez. Una de las sobrevivientes del cautiverio en el V Cuerpo, Alicia Partnoy, compartió algunas charlas con Graciela antes y después del parto, que la joven madre afrontó sola en un trailer que los represores colocaron en el patio del lugar donde todos permanecían cautivos. Por sus dichos se supo que la noche del 17 de abril de 1977, Adriana tuvo un hermanito, que estuvo con su madre casi una semana hasta que ella fue "trasladada", y el varón apropiado. El robo del bebé de Graciela Romero será ventilado en el juicio. Otro bebé, el de Graciela Izurieta, también integra la lista de casi 100 casos por los que van a juicio 19 responsables del V Cuerpo.

"Se volvió una búsqueda incansable; uno trata de sensibilizar a la población, pero también a esa franja de jóvenes que ya no están en la escuela, que puede ser que en esta altura aún asistan a la Universidad", dijo Nora, quien insistió en que uno de los pedidos de prueba en este juicio será "la apertura de los archivos". Destacó que el abuelo Metz (ya fallecido) al saber la fecha del alumbramiento pidió al registro de las personas de la provincia de Buenos Aires los nacimientos entre el 15 de marzo y 15 de mayo de 1977; en un tiempo antes de que se tramitaran las causas por los desaparecidos, sin que se obtuvieran respuestas. En 2006 hubo un dato que llevó a Adriana Metz a solicitarle a un joven adoptado que se hiciera los análisis de ADN porque todo indicaba que podría ser su hermano, pero los resultados fueron negativos. "Por eso pongo el acento en la apertura de los archivos; una cosa es el trabajo gris y cotidiano de los datos que llegan y las cosas que uno supone, pero existen archivos que debieran ser abiertos. Lo pido aún sabiendo que tenemos que seguir buscando nosotros", insistió. Nora dijo que la hipótesis más certera de porqué el matrimonio Metz vivía en 1976 en la comarca petrolera era por la persecución y muerte implementada por la dictadura. "Intento reconstruir la historia de mis compañeros venidos para acá, que eran de Bahía. Creo que era la imposibilidad de seguir estando en Bahía. Por ejemplo, cuando a mí me detuvieron yo ya no vivía allá, yo soy de La Pampa, estudiaba en Bahía donde también militaba en el PRT, y me secuestraron porque había regresado a buscar ropa y pertenencias; y ya 1975 era conflictivo y complicado Bahía. Estimo que fueron a Cutral Co corridos por la represión, porque en Bahía se estaba diezmando a todos, y los dos eran militantes barriales", sostuvo.

domingo, 6 de noviembre de 2011

No Liberarán al ex policía Félix Alais, Procesado por Delitos de Lesa Humanidad

 La Cámara Federal de Bahía Blanca rechazó la excarcelación de Félix Alejandro Alais que había pedido su abogado. En un fallo que se puede leer haciendo clic en este enlace, los jueces Ricardo Planes, Augusto Fernández y Angel Argañaraz confirmaron la resolución del juez federal subrogante de primera instancia quien también se había volcado por mantener detenido a Alais, de participación en la delegación local de la Policía Federal en los años 1976 y 1977. 
Como Solo Local publicó en esta nota, el ex policía fue capturado en setiembre pasado en el puente que une Posadas, en Misiones, con Encarnación en Paraguay, luego que se librara un pedido de captura en su contra. 

Su nombre fue mencionado en varias audiencias del juicio por delitos de lesa humanidad que se realiza en la Universidad Nacional del Sur. Uno de los testigos que lo citó fue el médico Carlos Aggio, como se puede leer aquí. Antes del golpe de estado del 24 de Marzo de 1976, Alais integró la Alianza Anticomunista Argentina, más conocida como Triple A, según lo investigó el periodista Rodolfo Walsh y se publicó aquí. En un informe elaborado por la agencia oficial Télam, también se resalta el papel que Alais cumplió en el Operativo Independencia en la provincia de Tucumán y su rol en la llamada Masacre de Catriel, uno de los hechos analizado en el juicio que se desarrolla en la UNS. Como se puede leer en este enlace, Alais fue el encargado de difundir la versión oficial sobre el supuesto enfrentamiento en el que habían sido abatidas las cuatro víctimas de ese caso, acribilladas el 4 de setiembre de 1976 en la vivienda de Catriel 321.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Por Mónica.

Por coberturacomision

Con la presidencia del Tribunal a cargo del juez José Mario Triputti comenzó esta mañana la audiencia en el juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos desde el V Cuerpo de Ejército. La primera testigo fue María Rosa Escudero en torno al caso Mónica Morán.

Mónica nació el 23 de mayo de 1949 en Bahía Blanca. Vivía en Espora 163 junto a sus padres y se dedicaba a la labor docente, elaboración de títeres, la escritura de guiones y el trabajo en obras del grupo de teatro “Alianza”. Fue secuestrada el 13 de junio de 1976, la vieron en La Escuelita y su cuerpo fue montado en un falso enfrentamiento organizado por el Ejército doce días después.

 “Yo en 1976 me ganaba la vida en un sindicato de mecánicos como empleada administrativa. Mi conexión con Mónica era por el teatro, pertenezco al teatro Alianza”, aseguró Escudero y agregó que “con Mónica estábamos ensayando en Rondeau 220 esa noche el 13 de junio del ’76, aproximadamente a las 21, era una noche fría. En una habitación estábamos ensayando una obra para niños. Mónica estaba en otra habitación haciendo sus títeres, estaba por salir de gira”.

En un momento “se abre violentamente una puerta, aparece un hombre muy joven que tenía un arma corta y otras cuatro personas, varones también con armas cortas. Rápidamente nos tiraron al suelo, preguntaron por Mónica Moran. Quedamos rígidos y muy estupefactos por esa irrupción tan violenta”.

Ellos reclamaron por Mónica. “Coral Aguirre intentó levantarse, y ella dijo ‘Soy yo’, la tomaron de un brazo, con su cartera la arrastraron hacia afuera. Nos llevaron nuestros abrigos, nuestras carteras y documentos, el dinero. Por lo que siempre deduje que además de asesinos eran delincuentes”.

“Dos del grupo fueron a ver a los padres de Mónica, después me entero que la manzana estaba rodeada, y no sé si le pudieron avisar del secuestro. Después el papá de Mónica dijo que no hay que preocuparse porque el capellán del Ejército es amigo del sacerdote de la parroquia cercana a la casa de los padres de Mónica. Que era en calle Espora”.

La testigo ante la consulta de fiscal Córdoba respecto a si los grupos de teatro eran infiltrados por las fuerzas de seguridad respondió: “Todos los grupos tenían gente que entraba, pero eran muy toscos. En la época de Mónica vino un muchacho que se llamaba Néstor Hernández a tomar clases de teatro y dijo que trabajaba en la SIDE y en teléfonos del estado”.

“Como era tan a boca de jarro y dijo que lo cooptaron en el servicio militar, y como le gustaba el teatro jamás se nos ocurrió que podía ser un traidor. Luego del secuestro de Mónica, no seguimos en ese lugar y a este hombre jamás lo vi”, afirmó María Rosa.

Luego fue el turno de José Luis Morán, hermano de Mónica que relató que “fui el primero que me enteré por radio, por Lu2 que había un enfrentamiento de subversivos contra las fuerzas leales, decían. En la calle Santiago del Estero y Nicaragua, y creo que eran tres muchachos y dos chicas, una de ellas Mónica Moran. Yo estaba en la casa de mis padres cuando se escuchó esa noticia, voy a ver la TV y llegué tarde, ya la habían pasado”.

“Mi hermana tenía ideas contrarias al gobierno, ella iba en contra de la oligarquía, ella se inclinaba, colaboraba en Villa Nocito ayudaba. Y allá en Neuquén era lo mismo. Estaba en contra del gobierno militar”, manifestó su hermano.

Gladys Sepúlveda llegó desde Neuquén para presentarse ante el TOF. Es empleada de la Universidad del Comahue donde conoció a Mónica Morán.

Gladys fue detenida el 14 de junio de 1976 en la comisaría de Cipolleti. Antes habían capturado a sus padres para presionarla y lograr que se entregue. De allí la mandaron a la Unidad 9 de Neuquén.

En un avión fue trasladada junto a otras detenidas: “Nos torturan, nos tiran como bolsas de papa, nos llevan a otro lugar donde yo escucho las voces, reconozco las voces de otras personas de la Escuela Social”.

“Traen a otra persona y reclama sus lentes de contacto,  es Mónica Morán, está un par de días y se la llevan, le tapan la boca, hay insultos y se la llevan. Luego preguntamos, no podíamos hablar, dijeron que teníamos una marca en la frente cada uno de nosotros y algunos eran de un color que indicaba si íbamos a vivir o morir. Esta compañera dijo ‘Estamos en Bahía’, yo no sabía dónde estaba. ‘Escuchen en la lejanía el sonido de los barcos’. Y efectivamente en la noche se escuchaba”.

En el centro clandestino la picanearon por sus lecturas y su participación gremial y política en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Mencionó al Laucha como uno de los guardias.

Luego fue llevada a la cárcel de Villa Floresta -donde leyó en el diario sobre el enfrentamiento en el que hicieron aparecer el cuerpo de Mónica- y a Devoto. En agosto de 1979, con 24 años, se asiló en la República Alemana hasta enero de 1985.

“En mi vida ha significado un inmenso dolor. Un sentimiento de culpa muy grande el haber sobrevivido a ellas, después más conociendo detalles de sus vidas. Es algo que muchas veces intenté borrar, formé una familia y trababa de olvidarlo. A veces tenía pesadillas, después no las tuve más, cuando empezamos a hacer memoria, y ahora que está la posibilidad de juzgar a los hacedores de ese genocidio, trae paz y salud y una esperanza de que no se vuela a repetir”.

Luego continuaron testimoniando los sobrevivientes de La Escuelita que “convivieron” con Mónica Morán, Pedro Daniel Maidana y Dora Seguel.

viernes, 28 de octubre de 2011

Declara Julio Ruiz, detenido en "La Escuelita"

Un ex concejal de Bahía Blanca que estuvo detenido en el centro clandestino de detención conocido como La Escuelita, la Unidad Penal 4 de Villa Floresta y en Rawson desde 1976 hasta 1981, declaró hoy en el marco del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en jurisdicción del Comando en V Cuerpo del Ejército.

Se trata de Julio Ruiz, de 63 años, quien en  la década del 70 fue responsable político del Peronismo de Base Regional Bahía Blanca.
Además fue secretario de la Organización de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera, Seccional Bahía Blanca, entre otras actividades.

Ruiz relató ante el Tribunal en lo Criminal de Bahía Blanca el momento de su detención ocurrido el 19 de octubre de 1976 cuando estaba en su casa de Bahía Blanca, los 40 días detenido y torturado en la Escuelita, su paso por la Unidad Penal 4 de Villa Floresta en Bahía Blanca como así también las situaciones vividas durante su detención en la Unidad 6 con asiento en Rawson, Chubut, hasta que recuperó la libertad en enero de 1981.

El ex edil señaló que en `La Escuelita` me sentaron en una silla, empezaron a golpearme y un oficial preguntó si era montonero".
"Llegó un personaje que no lo pude identificar nunca pero por la voz lo conocería, que era el Tío, dijo en referencia a Santiago Cruciani, el principal torturador del centro clandestino.

Ruiz comentó que había una mujer que la hacían caminar alrededor de una mesa, no supe por qué y otra cosa espantosa además de la tortura era escuchar los gritos de los demás.
Se escuchaban tiros, sobre todo los gritos de las mujeres, no era fácil", expresó.

Agregó también que en el centro clandestino había chicos jóvenes, nosotros éramos jóvenes de 28 años. Había dos que deliraban, uno en determinado momento decía que estaba esperando el colectivo para ir a su casa y otro decía que comía un sandwich de milanesas, no los vi más y no sé que pasó con ellos.

Más adelante Ruiz comentó que luego de permanecer entre 30 y 40 días en La Escuelita lo subieron vendado y atado a una camioneta donde tras dar varias vueltas los dejaron tirado con otras personas en lo que pensó que era un tronco de un árbol.
Ruiz dijo que a los pocos segundos paró otro vehículo, nos subieron a un vehículo más grande donde se escuchaban otras voces y nos sacaron la venda.

Llegamos a un lugar que era el Batallón 181, nos pasan adentro y nos recibe un teniente coronel que dice muchachos no sé que les pasó a ustedes, los encontraron en el Parque de Mayo, están sin documentos y van a estar acá porque vamos a averiguar porqué los encontraron allí, agregó.
El ex edil relató que esa noche no dormimos por la alegría de haber quedado vivos y toda la tensión de todo ese tiempo.
Tras permanecer en el Batallón 181, Ruiz fue trasladado en enero de 1977 al pabellón 6 de la Unidad Penal de Villa Floresta de Bahía Blanca.

Teníamos un régimen de encierro permanente, estábamos de a dos en la celda y era una situación poco agradable porque estábamos cerca del V Cuerpo, relató.
Para el testigo, la tensión que se vivía en mi caso era que estábamos muy cerca y volver al lugar donde habíamos salido: "La Escuelita.

Estuvimos en Bahía Blanca hasta el 22 de agosto, fuimos trasladados a Rawson en un avión grande de Marina o Fuerza Aérea, vendados y esposados, dijo.
Ruiz indicó que al llegar a otro aeropuerto los subieron a otro vehículo y nos depositaron en un lugar que suponía que era una cárcel donde nos empezaron a golpear terriblemente.
Escuché una voz que nos dice ustedes acaban de llegar a la Unidad Seis de Rawson, sepan donde están y estamos festejando el 22 de agosto, en referencia a lo que hoy se conoce como la Masacre de Trelew.

El testigo agregó que durante su permanencia en Rawson había requisa todos los días, recibíamos golpes y nos mandaban a bañar con agua fría.
Nos liberaron el 21 de diciembre de 1981. En la salida me encontré con una Argentina distinta y fue el momento más difícil de la vida, pensé en matarme porque el país que conocía no estaba más, agregó.

El ex concejal expresó que a los cinco días conseguí trabajo por un amigo y poníamos antenas de ENTEL parabólicas y la primera vez que nos tocó fue ponerla en Rawson".
Por último Ruiz afirmó "estoy en paz y no tengo nada más que agregar".

martes, 25 de octubre de 2011

Negaron la excarcelación a un integrante del ejército detenido por delitos de lesa humanidad

La Cámara Federal de Bahía Blanca negó el pedido de excarcelación solicitado por la defensa de un teniente coronel del Ejército, en el marco de las causas por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, informaron fuentes judiciales.

Se trata del ex teniente coronel del Ejército Guillermo González Chipont, ex integrante del Departamento II de Inteligencia del V Cuerpo del Ejército y quien además se desempeñó como segundo jefe de la Agrupación Tropas, que se ocupaba de secuestrar y trasladar a víctimas al centro clandestino de detención conocido como "La Escuelita".

La Cámara integrada por los jueces Augusto Enrique Fernández y Ángel Alberto Argañaraz, resolvió en las últimas horas que “no existen elementos de juicio nuevos que permitan modificar los argumentos vertidos por esta Cámara al denegar los anteriores pedidos de excarcelación”.

“Se reseñaron datos `no probados´ que no parecen coincidir con el imputado de autos; por lo que corresponde mantener la denegación del beneficio, toda vez que si bien resoluciones de esta índole no causan estado, para su modificación resulta menester que se haya cambiado la base de su fundamentación”, agregó la resolución.

jueves, 20 de octubre de 2011

Detienen a Ex Suboficial por Falso Testimonio en el Juicio por Delitos de Lesa Humanidad

Minutos antes ya le habían advertido que, con sus reiteradas respuestas reticentes y poco esclarecedoras ante las preguntas del fiscal, estaba caminando en la cornisa del falso testimonio. Los interrogantes del doctor Abel Córdoba continuaron, pero las palabras del testigo no cambiaron demasiado y sus contradicciones se multiplicaron. Los "no sé", "no recuerdo", "no puedo determinar" se repitieron al punto que terminaron por cansar al presidente del Tribunal Jorge Ferro quien cortó en forma abrupta la testificación del suboficial retirado Néstor Carlos Ravasi y dispuso su detención a disposición del juez federal en turno de Bahía Blanca durante la audiencia vespertina del miércoles, en el juicio por delitos de lesa humanidad que se desarrolla en la Universidad Nacional del Sur. El testigo, de 73 años, integró como clarinetista y saxofonista la banda musical del batallón de Comunicaciones 181 y luego fue encargado de la división Bandas del Comando. Una vez retirado, Ravasi, que tiene perfil en Facebook, fue director de la Banda Santa Cecilia. Vivió en una casa que el Ejército le cedía dentro del predio del ex Quinto Cuerpo hasta que después del golpe de Estado aseguró que se la pidieron y tuvo que mudarse a vivir con su suegro. Durante la instrucción judicial dijo que aquella vivienda había sido objeto de ataques y que las guardias sobre el camino La Carrindanga eran cotidianas. Sin embargo, en su declaración de ayer ante el Tribunal negó haber realizado declaración alguna anteriormente. Su memoria sólo se refrescó cuando le exhibieron la foja 144 del expediente judicial y reconoció su firma en la causa. Antes y después de ese reconocimiento, Ravasi respondió con evasivas a las preguntas del fiscal Córdoba quien, después que el juez Ferro dispusiera el fin de la declaración del testigo, pidió su detención por falso testimonio.

Ravasi dijo conocer a algunos de los imputados: a Jorge Mansueto Swendsen, porque era jefe del Batallón donde él revistaba. Dijo que unos días atrás leyó por internet la declaración que el ex militar realizó ante el Tribunal. A Walter Bernabé Tejada lo recordó como coronel del Ejército y secretario general del Cuerpo. De Hugo Fantoni dijo que era el jefe de personal y también había oido nombrar a Osvaldo Bernardino Páez y Mario Méndez. Mencionó que mientras estuvo en el batallón y en el comando, se enteró "por comentarios" que había un lugar de detención dentro del predio del Quinto Cuerpo. Aseguró que nunca fue hacia allí y que si hubiera querido ir, no hubiera podido pasar porque era un lugar restringido. Sabía de otros militares que habían intentado pasar y no habían podido. También dijo que no supo nada de secuestros de personas en la ciudad ni de la existencia de grupos de tareas dentro del Ejército. En las próximas horas, Ravasi, deberá ser indagado por el juez en turno quien resolverá sobre su situación procesal bajo la acusación de falso testimonio que surgió en la sala de audiencias de Colón 80.

Tras la declaración de Ravasi, testimoniaron Nelly de Andrés y su hija Rosa Elizabeth. Ambas contaron el caso de Edgardo, hijo de Nelly y secuestrado el 5 de octubre de 1975 en La Plata, cuando tenía 27 años y se dirigía a recibir su flamante título de médico. Once días después, con la excusa de que le iban a dar datos sobre el paradero de su esposo, secuestraron en Carhué a Norma, la mujer de Edgardo. Desde aquel momento, ambos siguen desaparecidos. "Mamá, aún hoy, todavía tiene la esperanza de que él aparezca" declaró Rosa quien aseguró que tanto su hermano como su cuñada no tenían afiliación política. Su madre comentó que Edgardo, en los días feriados, iba al hogar del Niño de Ingeniero White a buscar a los chicos para sacarlos a pasear. Y que también iba a casas de barrios humildes a enseñarles higiene. "Siempre tuve esperanza de que volviera. Después del Mundial de fútbol y en cada Navidad y Año Nuevo" confesó la mujer de 85 años, ataviada con un pañuelo blanco. Debido a los problemas que tiene para oir, su declaración fue breve, pero se cerró con un sonoro aplauso por parte de los concurrentes a la sala de Colón 80. Tras el testimonio de ambas mujeres, el Tribunal entró en receso hasta el próximo martes 25 de la próxima semana en la que habrá audiencias además el miércoles 26 y el jueves 27 hasta el mediodía

viernes, 30 de septiembre de 2011

Madre declara con su pañuelo blanco

En Bahía Blanca se está realizando un juicio de lesa humanidad ocurridos durante la dictadura militar en el ámbito del V Cuerpo de Ejército. El juicio toca de cerca de La Pampa por varios motivos: uno de los integrantes del tribunal es el juez pampeano José Mario Tripputi, el defensor de los acusados es Hernán Vidal -el mismo que defendió a los represores pampeanos en el juicio por la represión en la Subzona 14- y algunas de las víctimas de la represión en el ámbito bahiense son de origen pampeano.
 
De hecho, la polémica se suscitó cuando fue el turno de declarar de Celia Jinkis de Korsunsky, una pampeana que integra la Línea Fundado de Madres de Plaza de Mayo. La mujer es la madre de Eduardo Sergio Korsunsky, nacido en la localidad de Bernasconi y que al momento de ser secuestrado en San Nicolás el 4 de agosto de 1976, era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
 
Cuando fue su turno para declarar, Celia Jinkis pidió hacerlo con su pañuelo blanco, símbolo de su pertenencia a Madres de Plaza de Mayo. Los defensores de los militares -con Vidal a la cabeza- se opusieron al pedido, pero el Tribunal Oral Federal de Bahía Blanca decidió darle la autorización. El tribunal dio su visto bueno por considerar que el pañuelo blanco cubriendo la cabeza "es un símbolo universal" de lucha y búsqueda de justicia.
La autorización ofuscó al defensor Vidal, quien exigió que los militares a los que representa sean autorizados a asistir a las próxima audiencias del juicio vistiendo el uniforme oficial del Ejército Argentino.
La situación originó un fuerte malestar entre el público que presenciaba las audiencias. Incluso se escuchó la voz de un hombre decir "que traigan la picana también". El tribunal no aceptó esa insolencia y ordenó que expulsaran al hombre del recinto del juicio.
Finalmente se repuso la calma y continuaron con las declaraciones de otros padres y madres de jóvenes detenidos y asesinados en el ámbito del Quinto Cuerpo de Ejército.

Pampeano.
Eduardo Korsunsky nació en Bernasconi y a los 17 años se trasladó a Bahía Blanca para estudiar en la Universidad Nacional del Sur. Fue militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y se había recluido en San Nicolás perseguido por la represión desatada en Bahía Blanca. En San Nicolás vivió en los años 1975 y 1976, trabajó y militó hasta su secuestro en agosto de 1976.
Desde entonces, Celia recorrió dependencias de las fuerzas de seguridad, además de hacer requerimientos judiciales, ante autoridades eclesiásticas y delegaciones diplomáticas, pidiendo por su hijo desaparecido.
En septiembre de 2008, Celia Jinkis de Korsunsky, se presentó como querellante en la causa que investiga la desaparición de su hijo Eduardo Korsunksy en San Nicolás, provincia de Buenos Aires.
La mujer, que reside hoy en Bahía Blanca, contó con el patrocinio letrado de la abogada María Eva Asprella del Equipo Jurídico de la Secretaría de Derechos Humanos del gremio de Suteba que la acompañó a hacer la presentación judicial en la causa 28.556/06.
 
Celia se presentó en el Juzgado Federal 2 de San Nicolás con su pañuelo blanco en la cabeza y la foto de su hijo y su nuera, también desaparecida en 1978 en Capital Federal. En el juzgado tuvo una entrevista con el magistrado Carlos Villafuerte Ruzo. Estuvo acompañada por la abogada y sindicalistas de Suteba en ese primer paso judicial ya que el gremio la patrocinó porque junto a la CTA tiene como política tener una intervención activa en el tema de los juicios por violaciones a los derechos humanos.

Ex detenido en la "Escuelita" reclama justicia

Se trata de José Parnoy, quien estuvo en "La Escuelita"
 
   Un hombre que militó en la mesa directiva de la Federación Universitaria Argentina (FUA) y estuvo detenido junto con su hijo en el centro clandestino de detención "La Escuelita" brindó hoy su testimonio, en el marco del juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en Bahía Blanca durante el último gobierno militar.

   Se trata de José Parnoy, quien fue detenido junto con su hijo Gustavo, que tenía 16 años.

   "El 22 de julio de 1976 me acosté a dormir y a las cuatro de la mañana sentimos un vidrio roto y enseguida me invadieron la casa -dijo Parnoy-. Luego tuve referencias por el sereno de una estación de servicio, que afuera había siete camiones con 32 soldados cada uno."

   Padre e hijo fueron trasladados al Batallón de Comunicaciones donde, dijo, tras una simulación para ser liberados fueron nuevamente detenidos y permanecieron en "La Escuelita".

   "Muchos años después me di cuenta de que quien subió al auto y me apuntó con una pistola en la cabeza era Corres", sostuvo, en referencia al principal interrogador del centro clandestino de detención, Julián "Laucha" Corres.

   Agregó que "el lugar de detención era malo. Comíamos con una mano atada y cuando entré quien me conducía me indicaba que esquivara cuerpos que no sé si estaban vivos o muertos".

   Parnoy pidió a los jueces "no como reivindicación personal ni como revancha, que se haga justicia"

jueves, 29 de septiembre de 2011

Represor defiende el accionar del terrorismo de Estado


Un discípulo de Lombroso

 Por Diego Martínez

Pidió la palabra para defenderse y terminó enardeciendo a sus camaradas. El teniente coronel Jorge Mansueto Swendsen, juzgado por crímenes de lesa humanidad en Bahía Blanca, admitió ante el Tribunal Oral Federal el funcionamiento del centro clandestino La Escuelita y los cautiverios en “condiciones infrahumanas”; adjudicó los operativos a la agrupación tropas, contó que los soldados salían a hacer patrullajes con fotos de personas buscadas, dijo que hasta fines de 1976 hubo policías trabajando en el Quinto Cuerpo y hasta se ufanó de su capacidad para distinguir “terroristas” por su aspecto físico. Eran “normalmente feos”, arriesgó.

Mansueto fue jefe del Batallón de Comunicaciones 181, en el que fueron blanqueados varios secuestrados antes de ser enviados a la cárcel, y del área militar bahiense. El 9 de diciembre de 1976, al asumir, había en La Escuelita “muchos detenidos desgraciadamente en condiciones infrahumanas”, admitió. En su Batallón encontró detenidos “luego de una temporada en la llamada Escuelita”. “Estaban bastante bien atendidos”, consideró. Dijo ignorar de qué se los acusaba, sólo supo que estaban a disposición del Poder Ejecutivo. Relató que le pidió al general Osvaldo Azpitarte que los retirara y que el traslado se cumplió el 24 de diciembre. También al asumir encontró “tres o cuatro policías” cuyas funciones desconocía. “Los despedí de inmediato. Luego consideré que parecía una falta de amabilidad e invité a un asado a los jefes de policía que había por ahí”, agregó.

Mansueto distinguió la actuación del general Adel Vilas, jefe de subzona en 1976, de la de su sucesor, Abel Catuzzi. El primero “sobrepasó ampliamente la autoridad del comandante”, dijo, sin entrar en detalles. “Catuzzi ordenó que las cosas se hagan de acuerdo con las leyes y reglamentos militares”, aseguró, pese a que bajo su mando hubo secuestros, ejecuciones y apropiaciones de bebés nacidos en cautiverio.

El militar, de 80 años, contó que tuvo a su cargo “la representatividad del Ejército en Bahía Blanca”. “Hice fiestas, reuniones y agasajos a los que concurrió la mayor parte de la sociedad bahiense, con gastos pagos por el Comando”, contó sin remordimientos. Sobre el secuestro de un grupo de estudiantes en diciembre de 1976, declaró que estuvo a cargo de “efectivos de la agrupación tropas”, que “estaba integrada no sólo por oficiales, suboficiales y soldados de distintas unidades, sino por civiles y oficiales venidos con Vilas desde Tucumán”. Vilas llevó a “personas que no integraban las Fuerzas Armadas” y que “luego quedaron”. No las identificó, pero aseguró que “buscaban fundamentalmente el botín de guerra”. Entre los “civiles comprometidos interesados por el botín de guerra” incluyó a “la CNU” (Concentración Nacional Universitaria) y al “personal que trajo el señor Remus Tetu cuando fue rector de la Universidad Nacional del Sur”.

“Reconozco que intenté entrar a La Escuelita porque sentía curiosidad por saber qué había adentro”, confesó. “Un guardia me lo prohibió con términos amables, porque no hubiera tolerado otros”, aclaró para resaltar su valentía. “Me dijo: ‘Mi teniente coronel, tiene prohibido el acceso, sólo se puede entrar con autorización del G3’”, en referencia a la jefatura a cargo del general Bayón, que lo escuchaba a sus espaldas.

Mansueto admitió que sus subordinados “salían a recorrer la ciudad armados”, pero que a diferencia de los soldados “que llevaban fotografías”, los suyos “tenían un libro de personas buscadas por si de casualidad encontraban alguna”. Cuando el fiscal federal Abel Córdoba le preguntó por el asesinato de José Luis Escudero, fusilado en 1977 por no detenerse en un control de rutas, Mansueto dijo no recordar el caso.

Un día recibió a un conscripto que “tenía un familiar montonero”, contó. “Lo llamé, vi su aspecto, gordito, blanquito y muy joven, pensé ‘éste no es terrorista pero puede estar vinculado’ y le dije ‘si una piedra golpea el batallón en la calle puedo llegar a vincularlo con eso’. Luego no pasó nada y el soldado pasó un año feliz.”

–Usted dice que por el aspecto distinguía si eran o no terroristas. ¿Cómo eran los terroristas? –le preguntó el fiscal.

–Pienso que normalmente feos.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Disponen el procesamiento contra integrantes de la Prefectura Naval y de la Armada

Un juez federal de Bahía Blanca dispuso el procesamiento contra integrantes de la Prefectura Naval Argentina (PNA) y de la Armada en el marco de delitos de lesa humanidad cometidos en centros clandestinos en Puerto Belgrano y en la Prefectura Naval.

Fuentes judiciales informaron que "el juez federal ad hoc Eduardo Tentoni dispuso el procesamiento de Luis Angel Bustos, Pedro Alberto Pila y Néstor Alberto Nougués, agentes retirados de la Prefectura Naval Argentina, y de Luis Alberto Pons, oficial retirado de la Armada Argentina".

"En la misma resolución el juez dispuso ampliar los procesamientos de Guillermo Félix Botto, Tomás Hermógenes Carrizo, Oscar Alfredo Castro, Manuel Jacinto García, Félix Ovidio Cornelli y Francisco Manuel Martínez Loydy", agregaron.

Los hechos están referidos a la actividad represiva desarrollada con víctimas que fueron alojadas en centros clandestinos de la Prefectura Naval Argentina, Base Naval Puerto Belgrano y Base de Infantería de Marina Baterías.

Desde la Unidad de Asistencia para causas por violaciones a los Derechos Humanos se indicó que en la misma resolución se incluyeron los que tuvieron como víctimas a Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, obreros gráficos del diario La Nueva Provincia.

Los dos trabajadores fueron secuestrados al atardecer del 30 de junio de 1976 y sus cuerpos maniatados, con signos de torturas y numerosos disparos, aparecieron el 4 de julio de ese año en la Cueva de los Leones, sobre la ruta nacional 33 y a 17 kilómetros de Bahía Blanca.

Los crímenes de los dos trabajadores gráficos forman parte de la causa 04/07 que investiga los crímenes cometidos en jurisdicción de la Armada Argentina durante la dictadura militar.

Según se indicó "en dichos casos han sido procesados en la resolución cinco imputados de la Armada Argentina y Prefectura Naval".

"Las calificaciones aplicadas fueron las de privación ilegal de la libertad agravada, tormento agravado y homicidio agravado, en función a las imputaciones formuladas desde la Unidad Fiscal interviniente a cargo de Abel Darío Córdoba", agregaron las fuentes.